En la producción simple de mercancías, el propósito del dinero es separar el acto del cambio en dos partes diferenciadas en el tiempo y el espacio, dando lugar a una forma de cambio tal como M-D-M, lo cual significa producción para el consumo; dado que el consumo constituye un proceso continuo, es poco probable que en este modo de producción se den crisis.
Marx dirige una crítica a la Ley de los mercados de Say, según la cual a una venta sigue una compra por igual cantidad, por lo que no es posible una interrupción de la circulación de M-D-M y, por lo tanto, no puede haber crisis ni sobre-producción. La razón de esta crítica es la pretensión de que tal tesis sea empleada en cualquier circunstancia más allá de la producción simple de mercancías.
El capitalista no se ve obligado a comprar por el simple hecho de haber vendido, ya que ambas operaciones están separadas en el tiempo y el espacio. Si éste vende y deja de comprar origina la crisis y la sobre-producción. Su propósito fundamental es aumentar la tasa de la ganancia. No evalúa su éxito en base al valor absoluto de la tasa de la ganancia, sino por el volumen de ésta en relación a la magnitud de su capital original.
Cualquier interrupción en el proceso de circulación, como puede ser la retención del poder de compra, podría dar origen a crisis y sobre-producción, o que el capitalista dude en lanzar su capital a la circulación ante el descenso de la tasa de la ganancia respecto a su nivel ordinario, se entiende que las crisis estén implícitas en los procesos de producción capitalistas.
El capitalista dispone de dos cursos de acción esenciales: lanzar su capital a la circulación, o conservarlo. Tan pronto se reduzca la tasa de la ganancia a un nivel inferior al ordinario, el capitalista reducirá sus operaciones. Tarde o temprano deberá reinvertir su capital, pero mientras la tasa de la ganancia no vuelva a su nivel ordinario, éste tenderá a abstenerse de hacerlo. Esta interrupción del proceso de circulación es el origen de las crisis.
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