sábado, 8 de octubre de 2016

¿Por qué?


Creo que es la pregunta que más veces se hace una persona en su vida.

¿Por qué somos como somos? ¿Por qué tenemos la familia y amigos que tenemos? ¿Por qué hago una cosa en vez de hacer otra?...

Todos tenemos muchas preguntas que atraviesan nuestras vidas, sin embargo muchas veces terminamos por no responder a nuestras preguntas haciendo no solo lo que no queremos, si no lo que no nos gusta con el fin de contentar a los demás.

Seamos claros, todos hacemos cosas que no nos gustan por hacer felices a las personas que nos rodean, anteponiendo los deseos de los demás a la nuestra propia felicidad; sin pensar realmente si la persona que tú antepones, te antepondría a ti.

Sé que a lo mejor esta es una visión muy egoísta, pero si soy sincera es la visión que yo nunca he escogido. Para mi desgracia siempre decido seguir la decisión de los demás con respecto a mi vida; porque aunque parezca mentira, cuando estoy delante de personas que me importan o son de relevancia en mi vida, a la hora de expresar mi opinión me hago pequeñita y no hago que mi voz se escuche. 

Puede parecer hipócrita que escriba aquí lo que pienso y no lo diga en voz alta, pero muchas veces es más fácil hablar y contar los problemas a un extraño que no te juzgará desde el minuto uno que a las personas que te rodean que te mirarán según su visión crítica antes de que hayas hablado.

Al fin y al cabo este es un rincón donde me desahogo, así que a quien le haya venido bien mi reflexión porque esté igual que yo, me alegro mucho, y a quien no le haya gustado siento haberle hecho perder el tiempo.

Por último decir, 

¡¡¡¡HAZTE OIR!!!!


domingo, 25 de septiembre de 2016

MAMÁ, PAPÁ, NO APRENDO EN LA UNIVERSIDAD

Es la frase presente en las conversaciones con mis padres últimamente. Me da pena.

Me da pena por el hecho de que ellos hacen un sacrificio por permitir que siga creciendo como persona. Me da pena porque cada día que voy a clase vuelvo a casa con el sentimiento de haber perdido el tiempo. Y el dinero. 

Pena, porque hay -estoy segura de ello- miles de profesores en paro que tienen un talento y una ilusión por enseñar que se ve reemplazada por otros tantos que deciden ir a clase a contar su vida y que, aparte, te aprendas el temario estipulado y lo escupas en el examen.
Pena, porque esos ineptos profesores (mientras escribo esto me cuesta usar ese calificativo) tienen la cara de suspenderte u obligarte a pagar una segunda matrícula. Una segunda matrícula, que, si aun no eres universitario y no lo sabes, cuesta el doble que la primera y así sucesivamente hasta que expriman tu cuenta corriente.
Pena, porque en clases que deberían ser prácticas lo más práctico que hago es encender mi ordenador y ponerme a leer otras cosas, mientras mi profesor lee diapositivas.
Pena, porque esta lectura de diapositivas tenga mayor valor académico que la práctica.
Siempre he intentado extraer de todo un aprendizaje, un conocimiento nuevo. Siempre he querido exprimir todo por simple que fuera, pero hay ocasiones en las que sientes cómo se ríen en tu cara y no puedes más.
No sé quién está detrás de esta broma. Agradezco a esas delegaciones de alumnos que velan porque todo lo que me da pena se suavice en la medida de lo posible. A todos aquellos que luchan porque todo esto cambie.

Siempre me dijeron que el autoaprendizaje es una base fuerte y con lo que al final te vas quedando. Sé que para ser politóloga no me vale solo con asistir a esas clases sin sentido y ser una crack en lo académico. Sé que estás leyendo este post y me estarás llamando populista o de lo contrario, te sentirás identificad@. Sé que estarás diciendo “los profesores no tienen culpa”, “no hay que generalizar”. Quiero que entiendas, querido lector que esta es mi circunstancia y esta es mi opinión. No pretendo convencerte, solo desahogarme.


Aun así, siempre he valorado la figura del docente y la importancia de las clases. En clase no solo se estudia, sino que se crean unos vínculos que te hacen crecer como persona.  Pero me da pena tener que decir que si fuera por ellos, por aquellos que dicen “preocuparse por nosotros”, cuando terminásemos la carrera seguiríamos siendo los mismos seres alienados que comenzaron y sin ningún tipo de visión crítica. Bueno todo este ejemplo se cumpliría si todos los que entramos terminásemos la carrera que con la subida cada año de las tasas, este ejemplo se torna en utópico.